Por Libertad

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— Que olorcito que tenés — Dijo Espert enterrando la nariz entre las piernas de Milei, haciéndole cosquillas con respiración, tibia, húmeda y agitada. — ¿Ya estás entrando en celo? — una sonrisa maliciosa se le dibujó en el rostro.

Milei, sentado sobre el escritorio de su compañero y de piernas abiertas, batallaba consigo mismo, acariciando la cabeza de Espert, enojado con sus deseos de enterrar las manos en el pelo que Espert no tenía.

Javier solo atinó a asentir con la cabeza, sabiendo que si abría la boca iba a salir un sonido terriblemente vergonzoso.

Espert se apartó de él haciendo las rueditas de la silla rodar hacia atrás, torturando a su omega que se inclinó desesperado para perseguir el contacto.

— Ya sabes lo que tenés que hacer entonces.- Milei volvió a asentir, levantándose del escritorio con las piernas débiles, saliendo de la oficina y dirigiéndose al baño.

Apenas se dio la vuelta hacia la puerta, Espert le pegó un chirlo.

— Apurate omega. Acá te va a estar esperando tu papi.

Javier tenia que apurarse, su mente estaba empañandose con el humo de la calentura y el celo; tener a su alfa cerca lo volvía tonto.

Cerró la puerta del baño con pestillo y se apresuró a bajarse los pantalones y los boxers mojados con el fluido; mirándose en el espejo pudo notar su pelo mucho más despeinado que de costumbre, su rostro absolutamente colorado.

Javier abrió la canilla, lavándose las manos y moviéndose entre las piernas con agua y jabón. No era un hábito al que recurriera muy seguido, pero si quería la atención de su alfa entonces necesitaba presentarse limpito.

¿Cómo había sucedido todo esto?

Sencillo. Milei era un omega rodeado de alfas. Era solo cuestión de tiempo de que lo descubrieran, era solo cuestión de tiempo para que la poderosa esencia de uno de los alfas con los que trabajaba le provocara entrar en celo. Era solo cuestión de suerte, o quizás destino, que fuera la esencia de Espert la que lo llevó a tener la cola chorreando de fluidos, palpitando necesitada por el nudo de su alfa.

Su alfa. Suyo. Porque a pesar de que estuvieran evitando hablarlo, caminando sobre huevos alrededor del tema, la atracción estaba ahí.

La manera en que la fuerte esencia de Espert nublaba la cabeza y le hacía deshidratarse a chorros como nunca en su vida, estaba ahí, claramente.

La manera en que la que José Luís desenvainaba sus dientes con furia cada vez que otro alfa se acercaba peligrosamente a Javier. Al principio, cuando apenas Espert se había enterado de la condición de Milei, Javier pensó que era miedo. Miedo de que lo descubran. Toda persona respetable en la política debía ser alfa, quizás algún beta, pero eran escasos casos, como Massa por ejemplo. Y ni hablar de omegas. La mayoría de los omegas hacían exactamente lo mismo que Milei estaba haciendo ahora. Ocultar su verdadera condición. La única forma de saberlo era después de muertos, como por ejemplo Rosas, que solo años después se descubrió que era Omega, y no que estaba en una relación de alfa y alfa con Encarnación.

También estaban igualmente, las personas que parecían enorgullecerse de ser sumisas y presentarse como tal. Kicillof por ejemplo, parecía no tener problema en recordarle a la gente que era un omega. Por supuesto iba a ser el Frente de Todos el que jugara las cartas de tener omegas en puestos de poder.

Pobre María Eugenia, ser alfa y perder la provincia frente a un omega peronista. Seguro debía tener el orgullo por el suelo mientras se escondía debajo de alguna baldosa rota de Larreta.

Por Libertad - Espert y Milei, un romance Omegaverse.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora