El Príncipe
Alaina entendía bien en qué posición estaba en el palacio; su madre se había encargado de repetírselo una y otra vez desde que era niña. Para el rey y la reina, ella no existía. Ella no era más que un peón más, o incluso inferior a eso, que debía permanecer en su sitio, haciendo las labores que le correspondían. Pued...