LÍBIDO.
"Ella era pecado y aun así me acerqué. La besé, la mordí. Era dulce, jugosa, adictiva. Pero dolía. Dolía más de lo que podía soportar. No había forma de arreglarlo. Le rogué a Dios que me perdonara, que me salvara de esa boca, de esas manos, de la forma en que me desarmaba sin tocarme. Quise alejarla, cerrar los ojos...
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