Donde los pájaros no cantan
Una maldita lágrima recorría tu rostro huesudo, al recordar aquellos momentos y entonces, te aferrabas las uñas a la carne, en un intento por mitigar tu dolor; llorabas y suplicabas, pero nada, nada, podía devolverte aquella vida que un día tuviste. Nada podía devolverte a tu pequeño hermanito de rubios cabellos; aque...