Ay de mi, Hamada.
Enamorarse de una persona asombrosa no es cosa nueva. Pero dedicarle una canción a la luz de las velas entre flores de cempasúchil y tumbas, en secreto, con reverencia, es algo que sólo los casi muertos de mal de amores hacen. Y Hiro es la llorona que inspira el dolor de Miguel.