Todo por cinco euros
Esther nunca pensó que encontraría el amor en Pontevedra gracias a una simple pregunta: «¿podrías permitir que te admire por cinco minutos si te pago 5€?», y él, un desconocido de ojos azules, contestó: «negociemos, ¿cuánto me pagarías si me quedo aquí por una hora?» No fue casualidad que tropezaron en la misma cafete...