Que nunca amanezca - ABIGAIL GIBBS
> Antes de que pudiera decir una sola palabra más, Kaspar me empujó contra la pared y comenzó a recorrerme el cuello con los labios. Su respiración se agitó y sentí su fuerza, su poder, su hambre. Su aliento no me caldeó la piel como lo habría hecho el de cualquier otra persona, sino que me dejó helada y provocó que...