Daño colateral.
Todo empezó con unas miradas, y aunque sólo sabía tu nombre y tú ni sabías el mío, terminamos en el mismo banco. El primer día que hablamos, no fue amor a primera vista, me enamoré de tí gradualmente, tu personalidad, tu voz, tu pelo, tus ojos, tu humor, tu manera de mirar a lo lejos y sonreir, me fui dando cuenta...