Manuel Blanco
Me acomodé en el sillón en el que me encontraba sin saber muy bien qué hacer. Mis ojos no lograban estar quietos en ningún lugar y mis piernas botaban sin cesar. De pronto mi mirada se detuvo es sus preciosos ojos, que me observaban fijamente. Mi vello de la nuca se erizó por unos instantes, en los que recordé cómo me...