Quiero que seas mío
No paraba de retorcerme en la cama, sentía como él rozaba mis caderas con las suaves y grandes manos que poseía; de a poco, muy lentamente iba subiendo, dirigiéndose al valle que formaban mis pechos para luego proceder a acariciarlos, lamerlos, morderlos suavemente, tortuosamente, provocándole un placer descomunal, qu...