Los Viernes a las 6
Ana miro a la bahía, las olas del mar estaban calmadas generando un sonido endormecedor. Ya era tarde pero el sol aún brillaba. El olor a sal de mar y a ropa limpia inundó los sentidos de Ana. Ella estaba colocada sobre el balcón que yacía afuera de su ventana. Sus piernas estaban pegadas a su pecho, su pelo brillando...