Dulce infierno ©
Después de cruzar la puerta escarlata, unos susurros llegaban a nuestros pecadores oídos. Aquellos, nos guiaban hacía la condenación absoluta, hacía nuestro rey. Nosotros debíamos complacerlo o quizás, él debía complacernos a nosotros. Pues al final de todo, éramos sus herederos... sus descendientes. Dulce infierno...