Pequeños relatos de amores fallidos
Era un 23 de Septiembre de 1990, la tarde estaba fría, el cielo estaba gris, las calles estaban desoladas y el pueblo estaba consumido en una neblina tan aterradora que se me hacia imposible no sentir pequeños escalofríos recorrer todo mi cuerpo. Cada vez que caminaba en dirección a ningún lugar, lo hacía por escapar...