Un Harry de diez años la veía como si fuese lo más increíble y sorprendente que había visto a su corta edad. Como si frente a él estuviese la reina Isabel II, como si hubiese encontrado el tesoro perdido de un pirata . La veía como si se tratara de un bonito poema que, finalmente, cobraba sentido y sentimiento. "La verdad es que nunca pensé que esa niña Layla fuese ese punto, ese momento y esa sensación indescriptible que hizo posible el hecho de que yo pudiese extrañar tanto a alguien. Muchas personas en mi vida se habían ido y sabía que volverían tarde o temprano. Layla era como un globo de helio que sueltas en el viento y no sabes cuál será su paradero. Layla Hinault, ese era su nombre. El nombre que quedó grabado en mi corazón".