Miguel llevaba quince minutos de retraso. Una tardanza más le dijo Don Cayetano y te descuento lo que queda de tu mísero sueldo y ahora sí, ahora sí María estaría furiosa. Apenas habían sobrevivido el último mes con las horas extras en la ferretería para completar la cuenta de la Señito Julia, ella tan buena, siempre les fiaba. Pero no era todo su culpa, el congestionamiento de la mañana, la Lola con que ya se le venía el hijo, el Flaco con que ingresó a la Nacional y Marquitos con lo de su mamá, y Miguelito una corretería, taxi por aquí y por allá, plata, plata y plata. Antes, cuando siquiera se imaginaba que su vida sería tan desdichada y aburrida, él soñaba, soñaba con Margarita, con viajar y conocer el mundo. Eso hace tantos años que a sus treinta y cinco no dejaba de volver al mismo lugar, ya había pasado veinte años y aún la recordaba, blanquita, sonriente, con esos ojazos y una cabellera negra larga, si, muy larga. Después del colegio y una pasadita por la heladería, a conversar de las clases y los amigos, a cogerse de las manos y caminar hasta el paradero y antes que subieran al micro, robarse un besito para la noche. Ese era Miguelito, el vivazo, el que aprendió a no tener miedo, el chanconazo, ese mismo, ahora como volantero en la Plaza de Armas. La vida es así decía, pero entonces, ¿Porque volvías? ¿Y esa banca porque es azul? Porque así la pintaron decía, pero no, no era verdad di Miguelito ¿Porque esperabas cada sábado? ¿Porqué Miguelito? Porque creías que volvería, pensabas que se acordaría de ti. ¿Como que la viste? ¿Cuando? ¿Donde? En la avenida Miraflores, así, quizás vino de visita, ella toda una mujer y tú, mírate, con los zapatos sin lustrar y una cana en el pelo. Que la amabas, si, todos lo sabían, hasta la María, entonces porque te casaste, porque no pagaste el pasaje, porque la dejaste llorando en la parada. ¿Por qué? ¿Porqué?... No lo séAll Rights Reserved