MIGUEL GUTIERREZ
-"Ma... Mar... Margarita - dijo Miguelito sujetando una cartita que había escrito mientras la Lola hablaba por teléfono con su novio, el joven Ricardito, el hijo del Dr. Pinedo, un pituco de San Andrés que estudiaba en el Perpetuo Socorro y pensaba viajar a Lima para postular a la Católica.
- ¡Hey, Gutierrez! - gritó Julio, su mejor amigo - No le tartamudees a la "nena", que ya bastante tiene con las cartas que le dan a diario.
- Margarita, yo soy Miguel, si Miguelito del cuarto "D", si el capitán de fútbol también el alcalde escolar, si, yo el hijo de Don Rafo, si, si - Margarita lo miró asustada, sus ojazos se movían de un lado a otro examinando al muchacho del reloj, pues claro, si era él, Miguelito, claro que lo conocía, habían compartido salón dos años atrás en segundo de secundaria, pero estaba cambiadísimo, ya no era una bolita regordeta, su cuerpo tenía forma y estaba mucho más guapetón que antes.
-Miguel... Miguel Gutierrez, mucho gusto - estiró la mano y la estrechó contra la suya. También sus manos eran diferentes, sus dedos huesudos y largos, ella lo miró y él bajó la mirada. Que tierno pensó, tiene vergüenza, pero tranquilo, yo no muerdo, yo soy buena, yo también quería conversar contigo.
- ¿Enserio? ¿Conmigo? - sorprendido Miguel esta vez, levantó la cara y la miró fijamente, pero que linda que era, parecía ayer cuando hizo su traslado al Fleming y cruzó la puerta del salón con un "Buenas Tardes, Margarita Prado, trasladada", su boquita siempre roja, su trenzas bien hechas, sus mejillas rosaditas.
Esa era Margarita, la hija del empresario, uno que era millonario, que también vivían por San Andrés, otra pituca. No, Margarita era buena, si, ella si. ¿Porque? Él la vió cuando le dio su propina a una pordiosera con bebé en brazos, y no era poco, nunca era poco, siempre llevaba cien o docientos soles en el bolsillo de la falda, es que a su papá le sobraba en dinero, si mucho dinero, tanto que no sabía qué hacer con el. Pero como le gustaba caminar, iba de un lado a otro, a pesar que tenía chofer se tomaba un micro y flash, hasta la "Piscina olímpica" o el "Modelo" y de ahí, solita a la Plaza de Armas. Tengo quince años mamá, decía, ya no soy una nena, déjame que llegó sanita a la casa. Pero que modales esos Margarita, y si te pasa algo tu papá me mata, tú papá te quiere mucho, más que al Sebas, decía Doña Amalia. Era verdad Don Marcelo quería a la Margarita, todo le consentía, pero ella que no, que ya estoy grande, mira, me voy con Miguel, el hijo de Don Rafo, si, tú amigazo, ese, vamos papá que es buena onda. Ya ya, pero me llegas temprano.
Así empezó, con un "Margarita", y terminó con un "Acompáñame y caso cerrado". Todo por una caminata. Pero linda pensaba, su ojos que brillaban con la luz de la noche, ahí su pupila dilatada, la sonrisa de ensueño, como gozaba viendo las casonas, las luces y es que faltaba poco para que sea navidad, solo unos tres días y fin de año, todos a sus casas, todos a armar el árbol. Miguelito la seguía, caminaba mudo, pero si se molesta, si le aburro, mejor no, me calló y tema resuelto, yo feliz con verla, pero Margarita, ella con cuéntame tu vida, ¿Te caiste? ¿Hiciste el rídiculo? ¿Ya sabías que vas a estudiar? Como que no, yo si, ya se que quiero, voy a escribir y viajaré por todo el mundo, iré a Italia, a Londres, veré un espectáculo de ballet en Rusia, sí todo planeado, seré felíz, y voy a trabajar, no quiero que mi papá me mantenga toda la vida, quiero ser independiente. Linda, tan jovencita y toda una soñadora, no quería ser una mantenida y él, pues, no sabía qué hacer, él también vivía por San Andrés, pero Don Rafo ya lo había decidido, se iría a Boston, a Harvard a estudiar, sí serás Abogado o tal vez diplomático, pero algo Pepu, mejor que tu padre, que Nacional, tu no estas para eso, tu un supersabio, si todos confiamos en tí, pero yo en quien, ah si, en Margarita.
ESTÁS LEYENDO
La banca azul
CasualeMiguel llevaba quince minutos de retraso. Una tardanza más le dijo Don Cayetano y te descuento lo que queda de tu mísero sueldo y ahora sí, ahora sí María estaría furiosa. Apenas habían sobrevivido el último mes con las horas extras en la ferretería...