Ella era una chica de corazón puro, con una mirada que reflejaba la bondad y la inocencia. A pesar de las dificultades que la vida le había presentado, ella se aferraba a la creencia de que el mundo era un lugar hermoso, un jardín lleno de flores de colores vibrantes. Era como una rosa en plena floración, radiante y llena de vida. Él, por otro lado, era un hombre con un alma oscura. Su corazón estaba plagado de crueldad y despiadad. Era como un titiritero, moviendo los hilos de las personas a su antojo, sin importar el daño que causaba. Al verla, sus ojos se iluminaron con una luz perversa. Vio en ella la pieza perfecta para su juego macabro, una flor que marchitaría a su voluntad.