El mundo exterior se había desvanecido para Mei, reducido a un recuerdo distante y nebuloso. Las paredes frías y sombrías de la celda que la rodeaban eran ahora su única realidad. Estaba atrapada, una prisionera en un lugar oculto que nadie más conocía. Desde que Chizaki, la había llevado allí, la esperanza se había convertido en un lujo que no podía permitirse. Sin embargo, algo en su interior seguía resistiéndose, una chispa de rebeldía que no podía extinguirse del todo. Cada respiro, cada pensamiento, giraba en torno a un solo deseo: escapar.
Escapar no era tan sencillo como hubiera querido. Durante años, había soñado con romper sus ataduras de la celda que la mantenía allí, pero la realidad siempre se imponía. Y ahora, había algo más que la ataba a ese lugar: una niña. Un día, sin previo aviso ni explicación, el villano apareció con la pequeña en brazos, depositándola en la celda con la misma frialdad con la que había encerrado a ella años atrás.
Eri, con su mirada perdida y su frágil cuerpo, se había convertido en su única compañía en aquella prisión. Con el tiempo, el instinto protector de Mei floreció, transformando a la pequeña como una hija para ella. Aunque su origen seguía siendo un misterio, y las razones de su "hermano" para traerla allí eran desconocidas, la niña representaba ahora lo único que hacía que su vida aún tuviera un atisbo de propósito.
Cuidarla le daba fuerzas, pero también añadía una nueva capa de complejidad a sus planes de escape. Ya no era solo su libertad lo que estaba en juego; era la vida de Eri, que sin culpa había sido arrastrada a ese mismo infierno. Cada intento de fuga debía ser medido con cautela, cada riesgo, calculado. Porque ahora, escapar significaba llevar consigo algo mucho más valioso que su propia libertad.All Rights Reserved