Aquella era una mañana cualquiera en Konoha, capital del País del Fuego. Un día como todos, sin mayores cambios para la estabilidad de la misma o el país entero. Pero no sería un día como cualquier otro para algunos de sus habitantes. Con los primeros rayos del sol entrando por su ventana, una joven de cabellos rosas se ocupaba de estirar perfectamente las cobijas de la cama mientras silbaba alegremente una canción de amor. Se sentía de extraordinario humor. ¿Cómo no estarlo si la noche anterior se la había pasado con su novio y tendría un par de días de descanso? El trabajo en la clínica había sido tan pesado en las últimas semanas, que no había podido disfrutar de un merecido descanso. Apenas podía esperar para realizar todos los planes que tenía...