Querido diario, ya te advierto, esto no es una historia de amor, no vengo a contarte cómo acabé saliendo con John, aquel crush de la infancia del que me enamoré hace varios años y con el que acabé saliendo tras vivir las historias más extrañas que se recuerdan en mi instituto de Madrid. Tampoco vengo a contarte como de feliz he sido durante estos últimos tres años de mi vida, viviendo la vida de estudiante a su lado y descubriendo los placeres, tanto físicos como mentales, que una pareja puede proporcionar. Aún así, si que vengo a contarte como, tras vivir toda mi adolescencia obsesionada con gustarle al chico de mis sueños, y tras pasar los probablemente mejores años que me podía imaginar, he acabado sin pareja, apenas sin amigos y con decenas de preguntas sin contestar a las vísperas de mis exámenes finales de mi último año de instituto. Por eso, diario, recurro a tí, para contarte todo lo que me ocurra estos últimos meses de vida estudiantil y, con suerte, demostrarme a mi misma como los príncipes azules no existen y las historias de hadas no tienen que acabar en final feliz.