Cada que podía visitaba la tumba de su amado, se sentaba a su lado y le cantaba con su rasposa voz, lloraba y le preguntaba el motivo de su abandono, luego se hiba para no molestar al resto de visitantes que venían a ver a sus seres queridos. Odiaba esto, extrañaba tanto a su moreno, tanto era su dolor que en lugar de gastar en comida gastaba en drogas que lo hacían olvidar por un momento su dolor.