Italo está atrapado en un abismo que parece no tener salida. Sobrevive de empleos temporales, pero sus noches se desvanecen persiguiendo un sueño obsesivo de convertirse en cantante enclaustrado en La Capilla, un antro decadente donde pretende dos cosas: no notar la mirada de su ex, quien lo abandonó hace cuatro años sin ninguna explicación y parece haber vuelto de entre los muertos, y no recordar que la sombra que se para a los pies de su cama parece cada vez más real y no deja de susurrarle que puede darle todo, si solo se come el cadáver en su congelador.