Christian era un adolescente, de unos 17 años, alto, pelirrojo, con muchas pecas en la cara y de apariencia agradable. Él estudiaba en un instituto de Folkestone, Inglaterra. Era un alumno cualquiera, aplicado, trabajador y responsable, que iba a empezar el nuevo curso, otra vez, pero lo que no sabía era la lección que aprendería en él.