Me gustaría siquiera poder decirte “Hola”, porque aunque no lo creas, si te pienso, si te extraño, si te quiero. Cometí muchos errores, lo sé muy bien querida. Pero ambas teníamos caminos distintos, bien dijo tu madre. Es aquella persona la que me hace dudar de mis ganas de hablarte, esas mismas ganas que no desaparecen y me dejan toda la noche despierto, imaginándome una conversación más contigo, una que aún anhelo tener.
No soy nadie para pedirte aquellos buenos tratos que alguna vez tanto regocijo brindaron a mi encantado corazón. Lo lamento, lamento haber engañado al tuyo con aquellas altaneras y frívolas palabras, esos te amo vacíos, aquellas canciones que dediqué, esas pocas cartas en respuesta a las muchas y demasiadas muestras tuyas de afecto. Quizá te amarré, sí, a un amor tóxico y venenoso que no hizo más que dañarte para cuando terminó. Las cosas que pasaron nunca las olvidaré, espero que tú sí. Todo lo que hice lo hice pensando en tí, por tu bien. Yo muchas veces te advertí e intenté hacerte feliz con otra persona, pero tú decidiste tomar mi camino. Uno que estaba cubierto de rosas que otros malos amores dejaron. Rosas que me rasgaban a mí y a tí los pies, los deseos y la felicidad. Tanta sangre que derramamos por un capricho mío. Un amor más. O al menos eso pensaba yo que era, hasta que me diste vuelta el mundo con tú coqueta mirada y cada palabra que decías. Dios, era solo un niñito que pensaba haber encontrado el amor. Lo siento tanto, Yhara, y sé que quizá esto ni siquiera lo respondas. Pero con que lo leas basta. Te extraño, sí, pero por favor, no me extrañes, no me quieras. Mi objetivo siempre fue ese, no hacerte depender de mí, porque para cuando yo cayera, caerías conmigo, como puedes ver. Ambos fuimos importantes el uno para el otro, y espero que aquellos momentos tan pasajeros puedan ser arrancados de tu cuerpo y tu alma. Perdón.