── Esas cicatrices... ── murmuró mientras deslizaba sus dedos suavemente por ellas, las veía como un récord de la determinación y la fuerza de su amado, y las tomaba como suyas ahora que serían uno sólo.
Sus ojos se clavaron en los suyos, inclinó su rostro hacia él, dejando que sus labios rozaran su oído antes de susurrarle.
── Ya no hay necesidad de esperar más; que el amanecer nos encuentre exhaustos, pero satisfechos.
Ella comenzó a danzar sobre él las en círculos prolongados, que no dejaban lugar al espacio, lo quería tanto. Se deslizó entonces hacia el suelo, besando la piel descubierta ensimismada con el latido de su corazón, los sentía en las sienes, en el pecho y en su núcleo. Se situó, de rodillas, entre el gran par de piernas.
Bajando lentamente la anticipación construyó el fuego incontrolable; la consumación de un vínculo tan inquebrantable iniciaba su preludio ante el tacto frágil de sus manos, descubriendo de la tela y ropas más finas, la imponente carne masculina a la que daba forma con sus dedos y labios.