—Lo lamento, mi amor, es solo que me gusta cuidar de ti, sé que eres capaz de caminar unos 100 kilómetros o más sin problema alguno, joder, hasta yo me cansaría y sé que tu seguirías como si nada, supongo que ser vampiro tiene sus ventajas, ¿no? —Su mirada ahora se posaba en el cuerpo de la chica, o mejor dicho, en sus prendas, las cuales habían cambiado de un vestido largo a ropa mucho más cómoda en un dos por tres. Amaba ese tipo de trucos, el los hacía muy a menudo, en esta ocasión no tuvo necesidad de cambiar su ropaje al igual que la pelirroja debido a que su ropa era la indicada para un lugar así, lo mantenía caliente y protegido.
—Deberías de hacer ese truco más seguido, pero en nuestra cama, imagínate, cubierta de un vestido largo y hermoso para luego cambiar a lencería fina, sería el sueño de cualquier hombre...—Apartó su mirada del cuerpo de la contraria para mirarla directamente a los ojos y dedicarle una sonrisa llena de malicia, sus manos, las cuales estaban dentro de sus bolsillos, pasaron a estar posadas en la cintura de la chica, acercándola más hacia él.
Escuchó atentamente a las siguientes palabras de Agnetha, sin romper el contacto visual con ella en ningún momento.
—Entonces hay que apresurarnos, esto no será una tarea fácil...y cariño, créeme, soy resistente a cualquier tipo de magia, tu magia solo me hará cosquillas —Tras años de haber experimentado con todo tipo de magia, a Ragnar ya no le afectaba casi nada, sin embargo, desconocía que tipo de magia usaba su pareja, así que estaba un poco, solo un poquito nervioso, pero obviamente no lo iba a demostrar.