Hace algunos años atrás, con una taza de café en las manos y música llenando el silencio, comencé a escribir. No sabía a dónde me llevarían esas palabras, solo sabía que necesitaba sacarlas de mí. Ahora, cada momento a solas con mi cuaderno es un refugio, un viaje entre ideas y emociones. El tiempo pasa, las historias cambian, pero el ritual sigue siendo el mismo: café, música y la esperanza de crear algo que valga la pena compartir.