SoyMidariUchiha
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⠀ ᜴ Un suave suspiro salió de sus labios mientras que se recostaba en una de las paredes de aquella enfermería de la aldea de la arena. La Hokage la había mandado días antes por un pergamino que debía procurar que el Kazekage tuviera listo lo antes posible, pero en medio de aquellos documentos que mantenían la paz entre las aldeas, un revuelo surgió al ver una gran ave blanca avecinarse por el cielo. Los Akatsuki habían llegado. Y nadie sabía que gracias a un error suyo, el Kazekage estaría secuestrado. Ahora, varias horas después, con la aparición del equipo siete junto a Temari en la aldea, Kankurō intoxicado y con la intervención de su novia para que no termine muerto, por fin podía suspirar. La aldea era un caos total, y su hombro dolía demasiado. Apenas había visto a llegar a Kankurō intentó ayudar con los antídotos que tenía o al menos intentar identificar el tipo veneno que era, puesto que al ser una ex-capitana anbu, conocía de los mismos. Pero aquél veneno, tan denso como tóxico, era algo que nunca había visto ni con sus poderes oculares. Por suerte, la enviada de la Hokage Tsunade había llegado, y no era nadie más que Sakura, su linda chica. Midari escuchó como la puerta de aquella habitación era abierta, y como había pensando originalmente que era Kakashi, no le tomó importancia. Pero rápida fue su sorpresa cuando se encontró con la pelirrosa observándola con una mirada de desconcierto. La de ojos Ónix entendía que talvez era porque aún estaba lastimada y adolorida por la pelea anteriormente junto al Akatsuki de cabellos dorados, puesto a que ella –a diferencia de Gaara– no tenía una barrera protectora, solo era lo suficiente escurridiza y ágil para salir de ahí. Además, varias explosiones fueron a parar cerca suyo, era casi imposible que no se encontrará algo adolorida. ──. ¿Mhm? ¿Cómo se encuentra Kankurō? ── Dijo, en su voz un tono de desconcierto. Estaba algo cansada, no había dormido en días y lo peor era que, su misión había salido mal.
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Bajó su mirada para mirar como iba a curarla directamente hacía su abdomen, se dejó hacer, sin importarle mucho la poca distancia. El pequeño beso que le había dado había dejado un pequeño rubor en sus mejillas, puesto a que, nuevamente Sakura era la única que percibía como ella estaba angustiada y adolorida. Podría haberle pedido atención medica a alguna enfermera más, pero con el carácter que tenía, era obvio que nunca había pedido ayuda por si misma. Era impropio de una persona con sus valores, para alguien de su clan. Sakura era la única que se había dado cuenta que había abandonado la habitación donde estaba el de estado grave, la que percibía aquél rastro de angustia y decepción por perder a uno de los pocos amigos que tenía, también perder el rumbo de su misión, y haber tenido que escapar de una pelea por verse en una posición inferior. Casi por inercia de su propio cuerpo, se divizó en sus labios un pequeño puchero, en dónde su labio inferior comenzó a temblar por la desesperación y la angustia, recostó su cabeza en el cuello de la más chica mientras que soltaba otro suspiro. Estaba tan cansada que no le importaba que estuviese en medio de una enfermería, en una aldea diferente, con gente desconocida y sus compañeros. Sabía que tenía un renombre importante por ser la guardaespaldas de la Hokage, por su apellido y su ascendencia familiar. Todos ahí sabían que era Midari Uchiha, la dichosa bisnieta del Fastasma Uchiha; Madara. Más por su apariencia. Aparte de sus compañeros, la única que la veía por quién era ella, era Sakura. ─── Estuve cerca, lo ayudé a pelear contra aquél idiota rubio, y aún así, nos ganó a los dos. Y se llevó a Gaara. ─── Sonó completamente culpable, cerrando sus ojos y temblando suavemente. Nadie le había visto así nunca, tan sensible como para llorar. ─── Estoy bien, ya me estás curando las heridas. Estaré bien. Acaban de llegar ustedes y debemos proseguir, entre más tardemos, es más imposible encontrar a Gaara... Vivo.
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No tenía normalizado, o mejor dicho, nadie nunca le había dicho que era normal poder mostrarse cansada y estresada, como ella se sentía ahora mismo. Desde sus inicios como Kunoichi, siendo que terminó la academia a los seis años, convirtiéndose en Chunnin a la poca edad de siete y posteriormente encontrarse en la raíz de Anbu, había mostrado ser una persona bastante ágil a la hora de pulir sus habilidades hereditarias, pero pésima para demostrar lo que realmente era como persona. Sus opiniones, sus valores o incluso sus propios prejuicios sobre las cosas que pasaban a su alrededor. Esas eran cosas que nunca había podido expresar por su entrenamiento frío y calculadora gracias a su ex-jefe Danzō, dado que no era más que una simple arma para él. Y así se sentía, hasta que conoció a pelirrosa, quién desde la primera vez que la vió, siempre buscó su opinión y la había humanizado bastante con el paso de los años. Ella la entendía, más que nadie en su vida.
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