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Ya no era sólo la sensación abrumadora y cosquillosa en bajo vientre, sus dedos se curveaban tocando mi punto dulce desde adentro y toda sensación placentera de mi orgasmo acercándose hizo que los pequeños bellos de mi cuerpo se erizara dejandome la piel como la de un pollo sin plumaje.
Mis uñas se enterraban en la carne de sus hombros, sabia que estaba sangrando por mi bestialidad pero, él usaba su lengua de manera desesperada para causar que todo mi ser se arrebatara.
Joe no se detuvo.
-Vamos, Honey. Destroza mi piel, estoy orgulloso de que sea porque solo con mi lengua hacer que te corras salvajemente.- me mojaba aún más al oírlo y sentir su aliento causando frío sobre mi intimidad.
-Mírate, estas temblando como un animal.-
-Dios, Joe...- moví mis caderas aún más contra su boca y mis dedos se enredaron en las hebras de su cabello.