»Bueno, ahora tú decides —dijo, y me tendió la mano. Me quedé petrificada—.
Tú sabes lo que sucedió realmente, Callie. Necesito que me ayudes a recordar.Tenía la cara de un astronauta que flota en el espacio y ha perdido su anclaje y sólo tiene una oportunidad de asirse a un salvavidas o alejarse para siempre en la oscuridad infinita. Conocía aquella sensación, el sentido del pánico que estiraba el tiempo, convirtiendo los segundos en años, y el profundo dolor de ser herido no por una persona, sino por muchas, por una banda de matones que se convertía en un barrio y luego en una comunidad, hasta que cuestionabas al mundo entero. Y tu último pensamiento, mientras extendías el brazo hasta que tus dedos estaban a unos centímetros de aquel salvavidas, era cómo, si sobrevivías, ibas a encontrar un modo de arreglar lo que estaba roto, para poder decir que sí, que querías volver a
formar parte del mundo.
No era el Blake que conocía. Pero se parecía a él, lo sentía como a él. Estaba perdido, y yo era la única persona que podía ayudarlo