La Diosa de los dulces, quién lo diría, encerrada en su reino por más de 4,500 años, donde de hecho nació. No tiene idea de que existe el mundo humano, ni tampoco que si sale de ahí va directamente a dicho lugar. Estaba cansada de estar ahí, sola, con creaciones de caramelo que hagan y digan lo que ella quiera.
Estaba sentada en su trono de malvavisco, comiendo de paso dicho dulce. Tenía su cabeza hacia atrás, tirada ahí, con las piernas estiradas, aburrida de todo, su cara lo decía también.
Hasta que, se cansó. Se levantó repentinamente de ahí, y salió caminando a los apurones. Su mayordomo de caramelo de fresa la quiso seguir, intrigado, pero ella no lo dejó, le dijo que se quede ahí y que quizás volverá. Salió del palacio y siguió un camino con un gran portón, con barrotes de regaliz y demás cosas, todo obviamente de caramelo.
Como no sabía cómo abrirlo, optó por sacar su lanza (regaliz). Este se hizo filoso en la punta y, se atrevió a darle un gran rasguño a los barrotes, pero eso no funcionó, parecía ser muy resistente, apenas le hizo una marquita.
Confundida, guardó su lanza y, se puso a pensar dando vueltas y vueltas. Hasta que se