Y de repente, cuando menos lo veía venir llegó. Era una noche fría, triste, miserable.
En medio de la neblina apareció y no sabía qué hacer.
Solo la vi, su inexperiencia me hacía tener miedo, pero al fin lo había comprendido: Todos hemos sido inexpertos en algún momento.
Y la vi acercarse más, veía sus ojos a través de lo que me escribía. Entre tanto rubor sabía que aparecería, se formó con su sola bondad, que simplificó los deseos puros, reales de la humanidad.
Al estar seguro al fin pude decirle que la amo.
Las huellas son cicatricez incomprensibles entre lo rutinario. Y detrás de ese lugar mundano apareció.
Un ángel. Una emoción