Akane-Mei

Paso por la ciudad inadvertido
          	como un fantasma pasa por la casa
          	que le sirvió de hogar y miro,
          	con la fría mirada de quien no siente nada,
          	las líneas paralelas de las calles
          	el doble sentido de las palabras,
          	la dualidad del mundo.
          	La doblez en el uso acostumbrado.
          	
          	Las parejas errantes
          	que, en acopio de besos,
          	se embriagan entusiastas
          	de tardes y deseos,
          	entre las geometrías infinitas
          	y el murmullo del tiempo.
          	
          	Y me vuelvo hacia adentro
          	a este apacible juego de solitario.
          	¿Será, al final, como decía mi madre
          	que no sirvo para vivir con nadie?

Akane-Mei

Paso por la ciudad inadvertido
          como un fantasma pasa por la casa
          que le sirvió de hogar y miro,
          con la fría mirada de quien no siente nada,
          las líneas paralelas de las calles
          el doble sentido de las palabras,
          la dualidad del mundo.
          La doblez en el uso acostumbrado.
          
          Las parejas errantes
          que, en acopio de besos,
          se embriagan entusiastas
          de tardes y deseos,
          entre las geometrías infinitas
          y el murmullo del tiempo.
          
          Y me vuelvo hacia adentro
          a este apacible juego de solitario.
          ¿Será, al final, como decía mi madre
          que no sirvo para vivir con nadie?

Akane-Mei

TRAGARSE LAS PALABRAS
          
          Quién no tiene que tragarse sus palabras
          tantas veces a lo largo de una vida,
          comerse lo que dijo
          aquello que fue dogma y catecismo
          de unas ideas claras.
          Digerir la miseria
          con que nos somos dados a la cosas
          que nos rodean y pasan.