Estaba sentada en un rincón, sin saber que hacer ni a donde ir, sin tener a alguien ni queriendo hablar, solo me hundía en mis sentimientos.
Al lado, sin embargo, siento dos presencias acercarse a mi, ambos divinidades.
De cada lado, se sentaron al lado mío, mientras mi cabeza seguía baja, de mi lado derecho, estaba el dios de la religión con la que crecí. De mi lado izquierdo, estaba el dios que empecé a admirar, aún si no era parte de su religión.
Con miedo a que me regañaran por estar cometiendo errores, ni siquiera alcé mi cabeza a verlos, empecé a llorar, presa del pánico, de la desesperación, la desesperanza, me sentía inútil ante su presencia...
Sin embargo, ambos pusieron sus manos en mi espalda, un gesto de reconforte que me brindaron, ambos tenían manos grandes y cálidas, un tacto gentil que me decía entre susurros que no debía tenerles miedo.
Alcé mi mirada, aún con lágrimas en los ojos, y los miré a ambos, sus rostros eran indefinibles, pero no tenía duda de que eran ellos; así que, avergonzada, volví a bajar mi cabeza, yo era un desastre en comparación con ellos.
Una vez más, sin embargo, no sentí rechazo por parte de ninguno de los dos, su tacto seguía gentil sobre mi espalda.
Ambos me dijeron en una voz suave, su susurro, un murmullo, una voz gruesa y una voz deleitable, dignas de dioses:
"Mientras sigas aquí, viviendo la realidad, afrontando las cosas, sin caer en la rendición... Lo estás haciendo bien, querida"
"La vida tiene sus altibajos, un trazo curvilíneo en el lienzo de tu vida, y no es lo que pasa lo que te define, es la manera en que decides reaccionar ante ello, toma el pince de tu vida y transforma esa línea que percibes imperfecta, en arte, tienes el pincel de tu propia vida, puedes hacerlo"
"No estamos molestos contigo, estamos a tu lado, y estaremos siempre cuando necesites algo en que creer, simplemente nunca dejes de creer en ti, vas a lograrlo"