Tregua
-No quisiera decirlo, pero te lo dije.
-Calla, desgraciado.
-No te ofendas amigo mío, no lo digo para agraviarte, sólo lo digo como recordatorio, al fin y al cabo aquí estamos ¿O no?
-¡Esto no te da la razón de nada!
-Pero que necesidad la tuya de gritar, no se puede charlar bien contigo, pero te equivocas, te dije que aquí nos íbamos a reencontrar.
-Pero fui feliz.
-A mi no me interesa tu absurda manera de amar y toda esa broma que le tiras a la gente, yo te dije que regresarías conmigo, a nuestras viejas andadas.
-Pero...
-¡Pero nada! Eres un inútil, me das pena, soy yo quien te debe de levantar cuando te caes. No quieres verlo, pero estas solo. ¡A mí y sólo a mí me interesan tus problemas! A nadie más.
-Tengo gente que me quiere.
-¿Y dónde están?
-Por ahí, creo.
-Siempre crees mal ¿No lo notas?
-¿Al menos podrías dejar de reírte?
-Perdón, pero me causa gracia el que hayas dicho que era sólo un tópico y terminaste por caer en lo mismo ¿Dónde quedo aquel bienaventurado que ya no recurriría a esto? ¿Dónde quedo quien te salvaba de mí?
-Regresara.
-¡Iluso! Así te han dicho antes y antes y antes de eso también, amigos, familia, amantes.
-Yo se que lo hará.
-Y tú ¿Regresarás?
-Yo jamás me iré.
-¿Seguro? Porqué yo te veo aquí
-Callate y bebe.
-Salud.