Hay demonios en mi cabeza gritando frases inconexas. Limitación, recaída, perdición. Extrapolan las palabras como quien te corta las alas, te dejan temblando sin las fuerzas suficientes para quererte. Te matan, poco a poco, sin darte cuenta. Someten a la perdición cada uno de los detalles que te estaban haciendo crecer, te hacen dar un paso hacia atrás, ese que tanto te costó avanzar.

Lo peor es que no se dan cuenta, que se refugian en su propia forma de ser para justificar sus gritos. Que mientras ellos sonríen entre bailes macabros, tú intentas coserte las heridas del pasado. Heridas abiertas a cada uno de sus desastres. 
Pero tú ya no sabes vivir sin tus demonios, tonta princesa, ¿quién tiene pues la culpa?

Y caerás, porque no puede ser de otra forma. 
Y seguirás cayendo. 
Y lo peor, es que ellos parecen no darse cuenta.