El mago frunció el ceño preocupado, inclinándose hacia el niño para, en un gesto protector e impulsivo, abrazarlo. Empezando a darle pequeños masajes en la espalda.
────Oye, tranquilo... estoy aquí, no hay nada que temer, pequeño. Te cuidare si es necesario, ¿por qué lloras?