Somos jóvenes, solo eso.
Somos jóvenes, principiantes en la idea de amar,
ansiosos de que nos salpiquen las estrellas.
Somos jóvenes, y tenemos la estúpida creencia de que tenemos en mundo en las manos.
Somos dichosos, si encontramos lo que, siempre, (o al menos la mayoría) anhela encontrar: la felicidad.
Somos estúpidos al amar y destrozarnos, para luego darle a otro la culpa.
Somos jóvenes, tan jóvenes, ingenuos, felices, con tantas ganas de comernos el mundo.
Estamos solos, renunciando a nuestros sueños, convenciendonos de no ser suficiente.
Pensamos demasiado en todo, y así queremos que nos entiendan.
Tenemos la desfachatez que creer que merecemos encontrar el amor, algo tan precioso, con la primera persona que nos toma de la mano, y encima, suspiramos por qué él o ella nos regalé un pedacito de su cielo.
Miramos el cielo, el inmenso cielo, en todo su esplendor, con esas maravillosas salpicaduras brillantes, ansiosos por explorarlo todo, descubrir sus secretos.
Queremos todo, sin dar a cambio nada, y ese es el problema...
Por eso la adolescencia es el período más largo y a la vez corto de nuestras vidas: pasas todo ese tiempo aprendiendo como vivir (como ser "cool", como ser fuerte, como hacer que la sociedad te acepte, y la principal: como fingir ser quien no eres) y cuando al fin eres aquello en lo que otros te han convertido, se te ha ido la noción del tiempo.
Triste, ¿ No ?
Así que tomen sus relojes, y aprovechen el corto tiempo, vivan, sonrían, lloren, no olviden ser egoístas, de vez en cuando no es malo, amen y permitan ser la luna que ilumina las noches de esa persona, hagan reflectores de luz brillante con su felicidades, y sean tristes, pues eso, irremediablemente es parte de todo.
-A.G ☆