Las creencias heredadas eran capaces de hundirse en nuestras mentes y reprimir quién en verdad éramos. Eso me sucedió, me negué a mi misma porque según mi fe y religión estaba mal, era pecaminoso y aunque lo sigo pensando, simplemente pensé en seguir mis propios deseos que los de un dios. Si él existiera como creí desde un principio mi final serían las llamas eternas, pero no por eso me arrepentía de mi decisión, yo estaba orgullosa de mi elección, elegí amarme a mi misma con mis defectos y mis virtudes.
Todo empezaba a la edad de ocho o nueve años, invité a mi vecina a jugar a mi casa y lo que pareció ser algo inocente desató un suceso que quedaría grabado en mi mente hasta el día de hoy. Mis recuerdos eran borrosos debido al tiempo pero podía recordar que en aquel entonces ambas mirábamos un programa de televisión, tal vez una novela que al parecer era subida de tono. Como niñas curiosas quisimos replicar lo visto y yo al sentir que estaba por hacer algo prohibido la llevé al patio detrás de mi casa. Besé su cuello con brusquedad por la falta de experiencia y ella también fue dura con sus movimientos, sentí mi respiración agitarse y cuando estábamos por unir nuestros labios… hui, corrí como si hubiera hecho algo imperdonable y los siguientes días dudé de salir de casa, pensaba que ella se lo contaría a sus padres y ellos a los míos, cosa que provocaría que recibiera un castigo o una golpiza, vamos año 2013, que nostalgia.