Ya tenía un plan trazado: la manera en la que lentamente iba a matarlo. Con sus manos recorrería su cuerpo, hasta llegar al cuello que se hacía débil en sus manos; al mismo tiempo su boca se uniría a la suya formando el ying y el yang. Se hundiría en él para cabalgar hacia el más allá. Pero como cualquier muerte, lo reviviría una y otra vez, para ser castigado por enamorar a aquella mujer.
Anapa
- Pasto, Narino
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