Hay una cierta electricidad en la luna. Un pulso, una magia, una energía. Un trance de hechizo diferente al del sol.
La luna es para las cosas ocultas, cosas hechas en las sombras y en la niebla. Bajo puentes y bajo las sábanas: es para los corazones alocados y las mentes despreocupadas. Es para los planes hechos en callejones oscuros y los secretos revelados bajo la suave luz que aparece a través de las persianas.
Es cuando los fugitivos corren y los niños escapan de casa. Es cuando las chicas pierden su virginidad en asientos de cuero roto y los chicos se meten en problemas. Es cuando el sufrimiento se apodera de sus vidas y los solitarios buscan refugio.
Es cuando nos enamoramos: ese amor pasional, consumidor y resuelto que siempre se ve diferente a la luz del día.
Es de noche cuando reconocemos nuestros verdaderos deseos. Reflexionamos sobre nuestros momentos de tristeza y esos deseos que son momentáneamente cegados por el sol. Es cuando nos convertimos en poetas y filósofos, mártires y asesinos.
Es cuando formamos remordimientos del día pasado y ese profundo odio hacia las personas que nos hicieron daño. Es cuando nos ahogamos en nuestras lágrimas con profundos sollozos que solo pueden caer en oscuras almohadas.
La noche es de pasión. Es para el fanatismo, el romance y los problemas. Es cuando tu lado más tierno, auténtico y reprimido sale a jugar bajo los ojos libres de juicio de las estrellas.
Es para todas esas cosas que nunca soñarías hacer durante el día, bajo la mirada atenta del sol.
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