Cuando la misión cliché comienza:
—Tenemos que vengarnos, Nina —Gabriel espeta, y no hay atisbo de dudas ni bromas en su mirar—. Definitivamente tenemos que hacerlo.
Le doy una palmada en la mano. —Pensé que ya lo estábamos haciendo.
Gabriel niega con la cabeza. —Pues tenemos que hacerlo mejor.
—¿C-cómo que m-mejor? —Tartamudeo, negándome a imaginar lo que mi mente desea imaginar con tanta vehemencia.
Gabriel me sonríe con la malicia de dos Almas presente en la curvatura de sus labios. Me toma de la nuca y acerca mi rostro al suyo.
—Cristina Fuentes, tú y yo nos vamos a encargar de hacer que esos dos descarados paguen por habernos roto el corazón, y si para eso debemos fingir con más ímpetu, entonces eso vamos a hacer.
—¿Con besos más largos? —le pregunto con naturalidad, ignorando el hecho de que, por primera vez en nuestra relación, Gabriel está más cerca de lo permitido afuera de nuestro horario laboral.
—Con muestras de afecto más profundas.
—Ah ¿sí? —Le sigo la corriente—. ¿Qué tan profundas?
Gabriel asiente. —Me voy a asegurar de que Alex se arrepienta de haberte cambiado por Rebeca y tú te vas a asegurar de que Rebeca sufra por haberme cambiado por él.
Casi creo en la intensidad con la que se maneja, pero luego vuelve a darme un beso en la frente y me avienta hacia atrás para después sentarse en el piso.
—¿Y cómo vamos a lograr eso?
—Pues te voy a besar hasta que se te deshagan los labios y te voy a acariciar tanto que mis manos van a quedar tatuadas en tu cuerpo —me dice. Mi alma se escapa de mí y se pierde en el cosmos—. Y tú puedes hacer lo mismo si así lo deseas.