Hace un año que no actualizo Alas de libertad. El trabajo me resta tiempo y el poco que tengo libre estoy demasiado cansado, además no es lo único en lo que me centro a la hora de escribir, pero también yo mismo he eludido continuarla, ya sea por bloquearme en un capítulo en concreto o por mis frustraciones.
Lo que al principio iban a ser 30 capítulos ha ido creciendo conforme escribía, como una bola de nieve, hasta tener planeados 80 capítulos y varias ideas proyectadas para escribir una segunda parte. Me da vértigo ver el final tan lejano. Así que no he podido evitar cuestionarme si merece la pena tanto trabajo por esta historia, que sé que no es el tipo de historia que más atrae la atención en esta plataforma.
Pero, a pesar de ello, es justamente la historia que me ha hecho mejorar y perder el miedo a ser leído (solo un poco porque ese bastardo aún se asoma cuando retrato pinceladas de lo que soy en cada párrafo). Sin Alas de libertad no habría Feberish ni ninguno de los cuentos que he publicado por aquí, ni mucho menos tendría la confianza suficiente para ponerme frente a una página en blanco, ya sea por mi deseo de ser escritor o por la simple necesidad de expresar algo.
No quiero imponérmelo cómo una obligación para que la frustración no me venza, pero siento que le debo a la historia, y a las pocas personas que se han tomado cinco minutos de su vida para leer aunque sea unos pocos párrafos, un final. Así que estoy decidido a empujar esa pesada bola de nieve hasta el final. Hace unos minutos he vuelto a empezar el capítulo en el que me atasqué desde cero y volveré a él una y otra vez hasta que deje de resistirse.