“Y por una fracción de momentos, porque segundos serían demasiado inválidos e insignificantes, me di cuenta que las promesas estaban rotas… Y más que rotas eran completamente inexistentes. Me di cuenta que cruzar los dedos al momento de jurar algo, no era tan importante como cruzar el alma entera. Y casi podía saborear el amargo sabor de sus sonrisas cuando le creí, aunque nunca las vi. Pero le creí, tantas y tantas veces…
¿Pero era mi culpa? ¿Era plena distinción de mi inocencia? o era solamente yo la que permitió que me invadiera el sentimiento conociendo que las cosas igual tenían un final.”