Los destinos humanos son como los planetas. Como una estrella que aparece en la oscuridad y se encuentra con otra estrella, reluce un instante para luego volver a desvanecerse en la oscuridad, así se encuetran un hombre y una mujer, se deslizan el uno hacia al otro, brillan en un amor, llamean, y desaparecen cada uno por su lado. Solo unos pocos se encuentran en una gran llamarada en la que ambos pueden unirse plenamente.