Cuando era niña, la gente siempre me decía que mi apellido (Santaella) era perfecto para mí, por cómo era mí comportamiento y mi aspecto físico. Era de aquellas personas que cuando las veías inmediatamente pensabas que eran buenas, y eso no me gustaba para nada y fue quizás debido a ese sentimiento de rebeldía hacia mi nombre, que en cuanto comencé a incursionar en el mundo literario, me fui inclinando cada vez más por historias oscuras, sobre terror, narcotráfico o brujería, para finalmente decantarme especialmente por el género erótico, aunque muchos dicen que lo que hago es pornografía explicita, pues era inevitable que tras varios años de práctica, las historias y los personajes se degeneraran irremediablemente. De modo que me disculpo de antemano si llego a ofender la sensibilidad de alguien, pese a que no he hecho otra cosa más que transmitir el conocimiento que adquirí tras pasar varios años investigando entre  noticias de todas partes, visitando páginas web en las que personas reales compartían sus historias y leyendo libros sobre el tema, de modo que puede decirse que está perversidad no es solo mía, y no estaría demás añadir que una buena parte de mi inspiración proviene del hecho de haber pasado varios años trabajando en un café internet (el único en mi horrible pueblo) que contaba con cientos de máquinas con ambientes privados, a las que yo tenía acceso, debido a que era la administradora, en donde pude ver a personas de todas las edades, tanto hombres como mujeres, buscar toda clase de fetiches y fantasías sexuales, que muchas veces me dejaban sorprendida y otras tantas veces aliviada, de no ser la única con una mentalidad tan retorcida, y en la gran mayoría de los casos, me sentía entusiasmada de saber cómo el mismo internet no era suficiente para complacer a todos y es de ese modo que les doy la bienvenidos a este mundo, que como ya lo dije anteriormente no es solo mío, sean libres de perderse en él, pero no abusen demasiado, por favor y gracias.