Parecía que me estaba recuperando. Al levantarme, me di cuenta de que había soñado con ella nuevamente. Su voz resonaba en mi cabeza como si fuera la primera vez que la escuchaba decir "te amo".
Sacudí la cabeza, intentando alejar ese eco persistente, y salí a hacer unos trámites . Al salir, el cielo tronó, seguido de una lluvia fuerte y repentina. Esa voz aún seguía en mi mente. ¿Acaso ....¿No se suponía que ya la estaba superando?
Entré a una pizzería y pedí una individual. Mientras comía, el apetito se me fue. Con la pizza a medio terminar, me levanté y me marché.
Al salir, la lluvia había aumentado. Su voz, también. Más intensa, más nítida, más dolorosa. El encargado de la pizzería salió tras de mí y, con un gesto amable, me preguntó si quería resguardarme dentro. Le sonreí, pero, lejos de tranquilizarlo, mi gesto pareció preocuparlo aún más.
La lluvia había inundado toda la calle. Y ahí estaba yo, sin paraguas, caminando por la vereda. Un auto pasó a gran velocidad empapandome. Como si no fuera suficiente, las lágrimas también comenzaron a caer con más fuerza.
—¿Valía la pena esforzarse por alguien así? —murmuré para mí mismo—. Claro que no... ¿O sí? Ella necesitaba ayuda, ¿verdad?
Lloré más fuerte.
—¿Cuatro años por 1 solo mes?
Grité, y la poca gente presente comenzó a murmurar entre sí . Sabía que había perdido el rumbo.
Al llegar a la parada del autobús, una señora que había escuchado todo se paró a mi lado. Sacó una manta de su bolso y me limpió el rostro con cuidado. Al mirarla, vi cómo sus lágrimas se sincronizaban con las mías. Y entonces, con una sola frase, hizo que todo mi corazón se estremeciera:
—No es tu culpa —dijo, mientras me abrazaba.
Recuerdo que, por una fracción de segundo, mi corazón comenzó a latir más rápido de lo normal. Un hilo de sangre brotó de mi nariz y de mi ojo izquierdo, seguido por un dolor de cabeza punzante.
Cuando volví en mí, ya estaba en mi departamento. Me acosté, deseando que todo... hubiera sido solo un sueño.