Ambos Arcángeles recogieron el Ether en sus manos. Miraste maravillado como las energías del empireo se arremolinaban y juntaban como un torbellino de luz divina.
Ambos se llevaron las manos a la boca, la izquierda de Serafina y la derecha de Miguel, y ambos soplaron sobre sus dedos índices. Tal y como lo habían hecho contigo, clavaron sus dedos en el par de ojos de la estatua.
El polvo se hizo carne, sangre y hueso. Cada minúscula parte de la mujer se formó de forma perfecta, y al terminar quedó la forma completa de la Primera Mujer.
Perfecta, gloriosa e inmaculada... Hermosa.
Tu corazón se agita en tu pecho, sientes un calor en tu rostro que nunca habías sentido. Miras a la mujer y sientes como tu mundo se estremece.
Ninguna mancha o lunar cubre la puresa de su piel blanca, ni ninguna sombra es capaz de ocultar sus protuberantes curvas. Su rostro mismo es un paisaje que transmite curiosidad, intriga y confusión. Sus largos mechones son como cientos de hilos de oro, tan largos que caen hasta sus caderas.
Pero no es su aspecto físico lo que re roba el aliento y tus miradas, son sus ojos, aquellas orbes brillantes y hermosas como amatista se clavan en tu mente y se hunden como una piedra en el agua.
Tu la miras, y por un momento el dorado y púrpura se cruzan. Sientes como un lazo invisible los une, y tú corazón no para de exaltar más y más.
Sientes amor.
En ese momento te propones a otorgarle un nombre, sientes en lo más profundo de tu corazón que debes ser tunquien la acepte como un engranaje más de la creación.
Dar nombres siempre ha sido fácil para ti. Como primogénito de la creación, siempre haz tenido el talento para leer y escuchar el significado verdadero de todo.
Lo entiendes, sabes un poco más de ella. Lo que es y lo que será, lo que hará y no hará. Los detalles son borrosos, pero logras juntar lo que puedes sobre ella y concluir algo. Logras encontrar una palabra, una que la describe en cuerpo y alma.
"Lilith. Te llamaras Lilith"