Las personas son efímeras en todos los sentidos reconfortantes: su olor se esfuma, su carne se pudre, su voz se olvida; e incluso sus fotos, gratos recuerdos de su existencia pasajera e insignificante, se corroen con la humedad del abandono, o se pierden entre el mar de ojos y labios, más vivaces y mas hermosos. Por eso prefiero las letras para describir o recordar, porque esas se quedan, si no como una memoria, al menos como una emoción.