Escritor, acostumbrado a crear y controlar el mundo. Siendo su palabra la llamada “ley de oro”, aquella que no puede quebrantarse ya que es definitiva.
Aquel que vive en un mundo donde su imaginación, el límite de la tinta de su bolígrafo y el número de folios, son el único limite.
Aquel que busca una visión diferente de la vida.
Aquel que está en contacto con su humanidad, no tan arrancada aún.
Aquel que ve más allá de algo monocromático y sistemático.
Aquel que no tiene miedo de expresarse.
Aquel que se siente atrapado en la realidad, esa misma que termina siendo el único lugar donde se puede conseguir comida decente. La misma que lo obliga a seguir un “sueño”, sí, entre comillas.
La misma que lo hace caer en la monotonía.
La única que puede hacer que el escritor... sea su propio límite.